“Medidas más severas, presidente Trump”: El comunicado de la vergüenza.

“Medidas más severas, presidente Trump”: El comunicado de la vergüenza.

En un acto que roza lo grotesco, once partidos de la oposición —Centro Democrático, Cambio Radical, Liberal, Conservador, La U, Mira, Oxígeno, Colombia Justa Libres, Salvación Nacional, Liga Anticorrupción y Nuevo Liberalismo— han firmado un comunicado que en lugar de defender la soberanía nacional frente a la descertificación de Colombia por parte del gobierno estadounidense, estos partidos han optado por respaldar la decisión y, peor aún, solicitarle a Washington “medidas más severas y efectivas” contra su propio país.

Un fracaso de lógica y datos

La premisa de la oposición, que argumenta un “fracaso” en la política antidrogas del actual gobierno, se desmorona ante los hechos. Mientras la carta pide mayor mano dura, las cifras oficiales del Ministerio de Defensa de Colombia y organismos internacionales como la UNODC pintan un panorama completamente diferente. Bajo la administración de Gustavo Petro, la Fuerza Pública logró incautar 1.764,1 toneladas de cocaína hasta noviembre de 2024, una cifra que supera con creces lo incautado en los últimos años. Este número contrasta fuertemente con las incautaciones anuales de gobiernos anteriores, demostrando que la estrategia actual, enfocada en la interdicción y la inteligencia, está logrando resultados tangibles.

Además, su postura ignora la raíz del problema. Según la UNODC, el consumo de cocaína a nivel mundial ha aumentado significativamente, y aunque las cifras de usuarios pueden variar, Estados Unidos sigue siendo el mayor mercado de consumo. En lugar de exigir que Washington asuma su parte del problema y trabaje en la reducción de su demanda interna, estos partidos se alinean con una política que ha demostrado ser ineficaz y violenta en el pasado, causando gran sufrimiento a los campesinos colombianos.

La sombra del “Cipayo”

La postura de estos partidos políticos es a todas luces una “traición”, un acto de servilismo político. El término “cipayo”, de origen persa, se refiere a soldados nativos al servicio de una potencia extranjera, y en la jerga latinoamericana, se usa para describir a quienes actúan en favor de intereses foráneos en detrimento de los propios.

La historia de América Latina está plagada de ejemplos de élites que han preferido la sumisión al poder hegemónico antes que la defensa de la soberanía. Desde la firma de tratados desiguales hasta el apoyo a intervenciones extranjeras, esta tradición ha dejado profundas cicatrices en la región. El comunicado de estos partidos parece ser un eco de este pasado, sugiriendo que su verdadera lealtad no está con Colombia, sino con una ideología que prioriza la obediencia al poder de la potencia extrajera de turno por encima del bienestar y la autodeterminación de nuestro país.

Su supuesta defensa de la soberanía se contradice con sus propias acciones. En un claro ejemplo de este “cipayismo”, congresistas, alcaldesy candidatos de oposición como Federico Gutiérrez y Alejandro Eder, y Vicky Dávila, han realizado visitas a Estados Unidos, reuniéndose con funcionarios para “abogar” en contra de la descertificación de su propio país. Estos encuentros demuestran cómo la oposición utiliza un tema de seguridad nacional para su beneficio político, alineándose con intereses extranjeros en detrimento de los intereses soberanos de Colombia.

¿Cuál es la verdadera lucha?

La confrontación actual no parece ser sobre la lucha contra el narcotráfico. Es, más bien, un conflicto sobre la autonomía política. La descertificación de Trump, lejos de ser un juicio técnico sobre la efectividad de la política de drogas, es vista como una herramienta para ejercer presión sobre un gobierno que se atreve a cuestionar la política prohibicionista de Estados Unidos y a exigir la corresponsabilidad en el problema. .

La posición de la oposición ignora el hecho de que el consumo masivo en países como Estados Unidos es el motor del narcotráfico. En lugar de exigir que Washington asuma su parte del problema y trabaje en la reducción de su demanda interna, estos partidos se alinean con una política que ha demostrado ser ineficaz y violenta en el pasado. Su comunicado refleja un interés en desgastar al gobierno de turno y justificar un retorno a las viejas y fallidas políticas de militarización y fumigación aérea, que han causado un gran sufrimiento a los campesinos colombianos.

En última instancia, el verdadero fracaso no es el del gobierno actual. Es el de una clase política que se niega a construir soluciones propias y que, en momentos cruciales, prefiere ser un vasallo en lugar de ser el dueño de su propio destino. Colombia merece líderes que defiendan su dignidad y soberanía, no que la subastan al mejor postor extranjero.

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