“La humanidad no puede permitir ni un día más de genocidio”: Petro ante la ONU

“La humanidad no puede permitir ni un día más de genocidio”: Petro ante la ONU

En su última y contundente intervención como Jefe de Estado ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente de la República de Colombia, Gustavo Petro Urrego, entregó un discurso que resonó como una ruptura radical con el statu quo global. Con un tono que fusionó la denuncia y la profecía, Petro conectó tres de las crisis más apremiantes de nuestro tiempo—el conflicto en Gaza, la emergencia climática y la guerra contra las drogas—bajo la etiqueta unificadora de la “barbarie” que hoy acecha a la humanidad.

Gaza: Un genocidio cómplice y el urgente llamado a la espada de Bolívar

El mandatario colombiano no escatimó palabras al señalar que el recinto de la ONU ha sido un “testigo mudo y cómplice de un genocidio en el mundo de hoy”, refiriéndose directamente a la tragedia en Gaza. Acusó al expresidente Donald Trump y a sus aliados de complicidad, afirmando que Trump “solo amenaza y mata y deja matar a decenas de miles”.

Ante el evidente fracaso de la diplomacia tradicional, Petro invocó la histórica resolución “Unión Pro Paz” (Uniting for Peace) y urgió a la conformación de un “ejército poderoso” de naciones que rechacen el genocidio, con el propósito explícito de proteger al pueblo palestino y liberar Palestina. Su llamado fue más allá de lo simbólico, sentenciando: “Ya sobran las palabras, es la hora de la espada de la libertad o muerte de Bolívar”, extendiendo una invitación a las fuerzas de Asia y los pueblos eslavos a unirse contra la tiranía global.

La cuenta regresiva climática y la tiranía de la codicia

Una parte central del discurso de Petro se centró en la inminente crisis climática, advirtiendo que, según la ciencia, la humanidad dispone de “solo 10 años para caer en un punto de no retorno”. Criticó la negación de la ciencia, promovida por líderes como Trump, calificándola de “irracionalismo” y una peligrosa antesala de regímenes totalitarios.

Para evitar el colapso, el presidente propuso un ambicioso Plan Global de descarbonización. Sugirió que América Latina, rica en potencial de energía limpia (agua, viento y sol), podría descarbonizar la matriz energética de Estados Unidos con una inversión de 600 mil millones de dólares. Sumado al potencial de África, la inversión ascendería a 1.2 billones de dólares (1.2 trillones en la nomenclatura anglosajona).

Petro arremetió contra la lógica económica imperante, declarando que “la codicia es el veneno de la vida” y que la disyuntiva actual se reduce a “capital o vida amigos y amigas o codicia o vida”. Demandó la condonación de la deuda de los países más empobrecidos y la reorientación de los pagos de deuda externa hacia inversiones directas en mitigación y adaptación climática.

La guerra contra las drogas: Una herramienta de dominación

El jefe de Estado colombiano denunció que la política antidrogas estadounidense, lejos de su propósito declarado, sirve como un instrumento para “dominar los pueblos del sur”. Destacó los logros de su gobierno en la incautación de la mayor cantidad de cocaína en la historia y la reducción del crecimiento de cultivos de hoja de coca, todo ello sin recurrir a la fuerza o el uso de misiles. En contraste, acusó a funcionarios de EE. UU., incluyendo a Trump, de ordenar ataques con misiles contra “jóvenes pobres de la América Latina” en el Caribe, a quienes se les etiqueta falsamente de narcotraficantes.

Petro reveló que la asesoría de la política exterior de Washington hacia Colombia y Venezuela está vinculada a “políticos de poder colombianos mafiosos” y a la extrema derecha de Florida, a quienes identificó como aliados históricos de la mafia de la cocaína. El presidente contrastó las 3.000 muertes anuales por cocaína en EE. UU. con las 100.000 muertes que actualmente causa el fentanilo, un “veneno total” producido en el propio aparato industrial estadounidense.

El surgimiento de la humanidad como nuevo sujeto político

Frente a la crisis institucional global, Petro concluyó que el Estado Nación ha alcanzado su “decadencia” y que, a pesar de las votaciones de los estados, “no se les hace caso”. Propuso que el camino a seguir requiere una transformación radical de la ONU, evolucionando de una alianza de estados a una alianza de pueblos, reconociendo que “la humanidad es el nuevo sujeto político que aparece”.

Condenó enérgicamente la persecución, encarcelamiento y encadenamiento de millones de migrantes, comparando la construcción de campos de concentración con las acciones de Hitler en 1933. Rechazó la excusa de la migración como justificación racista, sentenciando que “el pueblo elegido de Dios es la humanidad toda”.

Según el mandatario, la solución reside en una “revolución mundial de los pueblos” que establezca una democracia global, donde el capital sea regulado y subordinado a la vida. Solo una “humanidad unida y libre” puede superar la crisis climática y cumplir la misión de expandir la vida “hasta las estrellas”.

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